El cansancio de la vida, las penas de nuestro existir, la insatisfacción por no encontrar lo que necesitamos hacen exclamar al alma: ¡Yo quiero al Ser...!, y esto, no para apartarnos de los hombres, sino para encontrar a Dios. La vida sin poseer a Dios es una angustiosa tortura, sofocada a duras penas por todo lo que no es Él, llevando adelante una existencia anestesiada. En el escrito de esta semana, la Madre nos indica dónde se saciará verdadera y plenamente nuestra sed.
TITULO: ¡Yo quiero al Ser…! “¡Sólo quiero a Dios, sin más…!”
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