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sábado, 18 de mayo de 2013

PASCUAL BAILON

Pascual Bailón

Pascual nació en Torre Hermosa, en las fronteras de Castilla y Aragón, el día de Pentecostés de 1540, fin de la Pascua. Sus padres eran campesinos; él fue un hombre de vida austera y maravillosa inocencia. De los 7 a los 24 años fue pastor de ovejas, y durante toda su vida, su gran amor fue la Eucaristía.

El dueño de la finca en la que trabajaba, decía que el mejor regalo que podía hacer al niño Pascual era permitirle asistir a Misa entre semana. Desde el campo donde cuidaba las ovejas, podía ver la torre del pueblo y de vez en cuando se arrodillaba a adorar el Santísimo Sacramento, pues se acostumbraba que, al elevar la Hostia el sacerdote durante la Eucaristía, se diera un toque de campanas: al escucharlas, Pascual se arrodillaba mirando hacia allá. Un día, unos pastores lo oyeron gritar: «¡Ahí viene!, ¡allí está!», y cayó de rodillas. Después dijo que vio a Jesús presente en la Eucaristía.

Ya de niño hacía mortificaciones; caminaba descalzo sobre las piedras y espinas de las veredas, y cuando alguna oveja se pasaba al potrero del vecino, pagaba el pasto que se había comido con su escaso sueldo.

A los 24 años pidió ser admitido como hermano franciscano; al principio le negaron la entrada por su poca instrucción, pues apenas había aprendido a leer: sólo leía el devocionario, que llevaba siempre mientras pastoreaba. Le encantaba leer las oraciones a Jesús Sacramentado y a la Santísima Virgen.

Como franciscano, sus oficios fueron siempre los más humildes: portero, cocinero, mandadero, barrendero... En el día, cualquier tiempo libre lo empleaba para estar en la capilla, con los brazos en cruz adorando a Jesús Sacramentado, y por las noches pasaba horas y horas ante el Santísimo. Cuando todos se iban a dormir, él se quedaba ante el altar. En la madrugada, horas antes de que los otros religiosos llegaran a la capilla, ya estaba allí el Hermano Pascual adorando al Señor.

Sus superiores lo enviaron a Francia con un mensaje, y tenía que atravesar sitios protestantes. Al llegar a a aquel país, descalzo, con una túnica vieja y remendada, lo rodeó un grupo de protestantes, quienes lo desafiaron a que les probara que Jesús está en la Eucaristía. Pascual, que no había hecho estudios y apenas sabía leer y escribir, habló de tal manera de la presencia de Jesús en la Eucaristía, que no fueron capaces de contestarle, y lo apedrearon.
Hablaba poco, pero cuando se trataba de la Eucaristía, el Espíritu Santo lo inspiraba. Siempre estaba alegre, pero nunca se sentía tan contento como cuando ayudaba a Misa o cuando podía orar ante el Sagrario.

Pascual murió en mayo en 17 de 1592, nuevamente, Fiesta de Pentecostés. Moribundo, oyó una campana y preguntó: «¿De qué se trata?» «Es la Consagración», le contestaron. «¡Ah, qué hermoso momento!», dijo, y murió plácidamente.

Fue declarado santo en 1690; es patrono de los Congresos Eucarísticos y de las cofradías del Santísimo Sacramento.

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